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martes, 28 de octubre de 2014

Conversación entre un héroe y un poeta


René Gonzalez junto a su esposa Olga Salanueva en Santiago de Cuba
La historia a contar no es una cosa de dioses aunque pudieran serlos, se trata de hombres colocados en la Tierra como para hacer el bien por voluntad divina, mientras otros tantos cuales fariseos canallescos se encargan de entorpecer su labor. De un héroe y un poeta trata esta historia… o más exactamente: de un héroe que no pretende serlo y de un poeta que aspira a ponerse a los pies de la grandeza.
El Héroe de mi historia, que es René González, fue nombrado como tal por la República de Cuba. El y su esposa Olga Salanueva visitaron recientemente a la ciudad de Santiago de Cuba. De allí confesaron salir con los equipajes cargados de optimismo, de historia y de heroísmo. Contramaestre es parte de este halago, porque en uno de esos equipajes de seguro van guardadas celosamente dos cuartillas escritas por un hombre sencillo y carcajeante: Virgilio Estrada, el decimista de estas tierras, a quien su pueblo ha nombrado exclusivamente como “el poeta”.
No voy a contar la historia completa de los dos. De René González, la humanidad se encargará de colocarle en la gloria junto a otros cuatro cubanos luchadores contra el terrorismo. Y en el caso de Virgilio Estrada,  solo una pincelada para conocerlo: un humilde guajiro de la Sierra Maestra que tanta historia carga a cuestas y que fue capaz de vender hasta sus objetos personales en una ocasión, para intentar hacer una caminata hasta La Habana y entregar allí sus décimas por los Cinco Héroes Antiterroristas Cubanos. El empeño no fructificó y Virgilio tuvo que esperar muchos meses para encontrarse con uno de los Cinco Héroes.
En esta historia el optimismo pudo más que la espera. El pasado 13 de Junio del 2014, otro de los Héroes de la República de Cuba, Fernando González, escucho en Contramaestre las décimas del poeta de esta historia, cantada por un grupo de música tradicional cubana que responde al nombre artístico de “Lolo y sus muchachos” Tanta fue la ternura y la emoción, que Fernando prometió regresar a esta ciudad junto a sus cuatro hermanos de lucha contra el terrorismo, cuando todos fueran libres. Aquel 13 de junio por azares de la vida, tampoco Virgilio pudo estar con sus héroes de ensueño.
Fernando González con Lolo y sus muchachos
Al encuentro con René González marchamos el pasado miércoles 21 de octubre del 2014 Virgilio Estrada y este reportero. El Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos de Santiago de Cuba (ICAP), nos acogió en medio de una oleada de pioneros, artistas, periodistas, integrantes de organizaciones no gubernamentales, combatientes de la Revolución Cubana, trabajadores de la educación y decenas de santiagueros que se dieron cita allí para recibir los testimonios de un hombre, que parece como extraído de las paginas de un libro de aventuras y que niega ser un héroe por la sencillez de sus palabras.
Mis improvisados fotógrafos de la radio Ivón Palau Infante y Néstor Clavería Milanés, disfrutaron mucho más que yo de este momento de grandeza. 
Una de mis fotógrafas posa junto a René y Olga
 Esa tarde de miércoles no alcanzaba el tiempo para los oradores y al poeta Virgilio no le concedían la palabra para expresar sus versos. En medio del nerviosismo por la espera en una improvisada tribuna abierta, intercambié con el poeta anécdotas sobre dos encuentros con el Comandante en Jefe Fidel Castro hace muchos años y un atrevido ascenso al Pico Turquino sin siquiera un guía.
Mientras tanto René González contaba de cómo él y sus compañeros desafiaron a los jueces del amañado proceso en el Sur de la Florida, de cómo ya contaban con la amistad se las secretarias de la sala de audiencias para lograr una traducción fiel de sus alegatos y sobre la impotencia de la presidenta del tribunal, demostrada con su rostro gacho, ante las evidentes acusaciones de los 5 Héroes Cubanos.
René pareció el muchacho alborozado pero al mismo tiempo sumamente serio y hasta triste al reconocer, que si los cubanos todos y la humanidad solidaria no hacen patente su adhesión a la causa de su libertad, Gerardo Hernández Nordelo puede morir en la cárcel y no tener la dicha de tener un hijo, pues sus condenas suman dos vidas y otra vida más en prisión perpetua.
Las anécdotas afloraron pero de pronto…  la voz del conductor de la conferencia de prensa anunció que el tiempo había terminado y que una pionerita santiaguera cerraría las intervenciones. Parecía que una vez más el poeta quedaría con sus versos al hombro, pero sorpresivamente su figura menuda se hizo enorme a lo largo del pasillo central del evento. En un arrebato muy cubano, Virgilio, sorteó el gentío con largos pasos y llegó hasta René, le entregó dos cuartillas de versos y fotos y estrechó sus manos en medios de frases amistosas y apretones de mano.
Virgilio Estrada entrega sus décimas a René González
Virgilio había cumplido parte de los sueños y todo parecía el fin de sus deseos. Regresó a su asiento como un niño alborozado y pronunciando con firmeza: ¡Yo no podía irme de este encuentro, sin cumplir mi misión!
La sorpresa colmó a todos  minutos antes de la partida de René. Micrófono en mano, el héroe proclamó tener el privilegio de cerrar sus testimonios con la lectura íntegra de las dos cuartillas de Virgilio Estrada. Las dos últimas líneas parecían entrañar el deseo de todos los cubanos:
“Confío pronto estarán, en Cuba todos reunidos, porque estamos convencidos , que los Cinco volverán”
Confieso que a partir de estas letras se perdió el control entre los presentes. Como abrazado a un torbellino multicolor, René González y su esposa aparecían y desaparecían entre los flashes fotográficos, los besos y abrazos y los estrechones de todos los que querían conservar una imagen al lado del héroe.
René González junto a los pioneritos de Santiago de Cuba
René González junto a su pueblo de Santiago de Cuba
 De Virgilio Estrada no supe hasta ocupar nuestro lugar en el ómnibus de regreso al terruño de Contramaestre. Temblaba de emoción durante el viaje y la sonrisa no abandonó jamás el rostro del poeta. En el aire caliente de la ciudad centenaria, quedó el puño en alto de este humilde cubano y la frase lapidaria: ¡Por fin cumplí mi compromiso