Lidia Esther, la dama de hierro de Contramaestre |
Como envuelta en los raíles de las líneas férreas que bordean al poblado de Baire, localidad del Oriente de Cuba ubicada 882 kilómetros de La Habana, Lidia Esther Barrueco Infante, una mujer que pudiera denominarse como de hierro, dirige una brigada de reparaciones de vías para el paso del ferrocarril. Sin olvidar los retoques propios de la femineidad, esta profesional de la ingeniería civil es la única mujer en Cuba, jefa de equipos de trabajos para el mantenimiento de los llamados caminos de hierro.
Periodista: ¿Lidia, cómo te inicias en los trajines del ferrocarril?
Lidia: “Desde que era una niña escuchaba a mis primos decir que querían ser ingenieros, recuerdo que cuando estaba en el quinto grado de la escuela primaria me preguntaron qué quería estudiar y respondí, ingeniería civil, no tenía ni la menor idea de lo que era eso pero como lo decían mis primos era lo mejor para mí, en el aula se rieron muchísimo y hubo un niño que me dijo… eso de ingenieros es de ingenios… y mira que contradicción que terminó trabajando en el Central azucarero “América Libre” de Contramaestre como ingeniero (…)
Periodista: ¿Se necesita tener una aptitud especial para dirigir una brigada de reparación de vías férreas donde todos sus integrantes son hombres?
L: (…) Realmente es muy engorroso y duro, muy duro, por el esfuerzo que hacen ellos sin las condiciones adecuadas de trabajo, el mal estado de las herramientas debido al bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos, a eso se suma la escasez de materiales imprescindibles para el constante mantenimiento de las vías férreas. Realmente trabajamos pasando trabajo, pero si algo te puedo asegurar es que nosotros somos una gran familia, en cualquier reunión o actividad me paro y defiendo a mis trabajadores porque sé que son personas sacrificadas (…) para la seguridad de las vías no existen ni domingos ni días feriados (…)
P: El sólo hecho de estar tantas horas diarias al sol resulta un trabajo duro para una mujer. ¿Cómo lo valoras tú?
Lidia: (…) Si es muy duro, pero esto es lo que estudie y lo que he hecho por más de veinticinco años. Te cuento que cuando entré aquí, los trabajadores se preguntaban ¿bueno y a qué hora va al baño la ingeniera? Alrededor de la línea del ferrocarril no hay ni árboles, pero me acostumbré a hacer mis necesidades al salir de la casa, soy la primera en llegar y la última en irme (…)
P: ¿La única mujer hoy en Cuba que atiende una brigada de reparación de vías férreas es usted?
L: (…) En los ferrocarriles cubanos trabajan ya muchas mujeres y en puestos que antes eran reservados para los hombres, pero soy la única mujer que trabaja como jefe de una brigada de reparación de vías. Recuerdo cuando me inicié que no me gustaba el ferrocarril, soñaba con trabajar en las carreteras, pero hubo un ingeniero que había trabajado en los ferrocarriles toda su vida y en una conversación le comenté que estaría en las vías solamente el tiempo exacto para cumplir con mi servicio social después de graduada. Y le decía “esto a mi no me gusta, no es un oficio para mujeres”. Entonces me dijo sonriendo, eso lo veremos.
Y a continuación como adivinando el futuro me dijo, deja que te pique el bichito de los trenes, ya me contarás un día. No lo he vuelto a ver pero tengo veinticinco años en este trabajo (…)
P: ¿Accidentes en tu tramo?
L: (…) No nunca, gracias a Dios no hemos tenido que lamentar hace muchos años ningún accidente en este tramo (…)
P: ¿Es una alta responsabilidad el saber que en tu inteligencia, en tu dedicación y amor al trabajo y en tus acertadas decisiones está la seguridad del transporte ferroviario en este territorio?
L: (…) Nací y crecí muy cerca de la estación de ferrocarril, es todo un habito escuchar pasar los trenes, pero te confieso que en ocasiones ni duermo, porque con cada tren que escucho pasar sé los problemas que hay en la vía, traviesa por traviesa y raíl por raíl en cada uno de los kilómetros que atendemos. Todos los días del mundo le digo a mis trabajadores… el trabajo se hace bien o no se hace… nunca descanso, aunque esté los domingos en casa estoy pendiente al paso de cada tren. En ocasiones les digo a mis hijos que tal tren está demorado o con retraso, y ellos me dicen mami hoy es domingo, yo cierro los ojos y recorro mentalmente como una fotografía cada tramo de vía donde trabajo (…)
P: ¿Cómo logras mantenerte tan linda, sin arrugas, siempre maquillada con el tremendo sol de todos los días?
L: (…) Yo vengo a trabajar como si fuera para una oficina con aire acondicionado, me visto, me pinto y me pongo perfume como si fuera para una fiesta, es que mi condición de mujer no la puede opacar el sol (…)
P: ¿Qué opinan tus hijos de tu trabajo?
L: (…) A mis hijos le encanta lo que hago, viven pendiente de mi trabajo al igual que yo, mi hijo mayor a los tres años esbozaba dibujos que parecían de un ingeniero, los trenes pasando por la estación, las conexiones de las líneas, las señalizaciones férreas, los puentes, todos esos dibujos aun los guardo con mucho cariño. Ese niño sentía obsesión por los trenes, tan es así que inventaba canciones infantiles con los nombres de los maquinitas de los trenes y siempre pendiente a mi trabajo (…) cada vez que veían un trabajador de la brigada regresaban a casa y me lo contaban como si hubiesen visto un familiar allegado Cuando ellos nacieron ya yo trabajaba en el ferrocarril, eso es lo que han visto la vida entera (…)
P: ¿Te entristece pensar el día que llegue la hora de la jubilación?
L: (…) Todos los días le pido a Dios fuerzas para llegar a ese día, pero te confieso que sí, que pienso mucho en cómo será la persona que me sustituya (…)
P: Lidia Esther Barrueco Infante se despide de la conversación para volver a sus caminos de hierro. Bella dama de insólitos parajes desnudos de vegetación en el Oriente de Cuba, que piensa muy seriamente en lo que hace día a día, pero por sobre todas las cosas, en sueños de futuro.
“Hay seres que necesitan sueños,
hay sueños que necesitan ser,
lo proponemos, lo intentamos,
claudicamos sólo para empezar otra vez,
son muchos los sueños, más los que sueñan,
pero pocos consiguen irse a la cama sin tener
que esconder el nombre bajo la almohada”
“De utopías está hecho el camino,
pero qué hacer si cumplimos el sueño,
nada más que seguir soñando”